Ampollas y rozaduras:
Se deben al roce del pie desnudo contra el calzado. Hay que procurar llevar calcetines o medias, aparte de no usar demasiado el calzado que nos pueda hacer daño.
Piel dura o agrietada:
Se debe a la sequedad de la piel. Suele ser por una respuesta al calor conocida como anhidrosis, frecuente en verano por usar también calzado abierto. Es más habitual en los talones, que suelen quedar más expuestos.
Exceso de sudor:
Al usar calzado cerrado en verano el pie tiende a sudar bastante. Es muy importante por lo tanto usar calcetines plantillas que ayuden a absorber el exceso de sudor para evitar ampollas (entre otros problemas) y tener unos pies sanos.
Pie de atleta:
Es una enfermedad contagiosa de los pies producida por hongos (una especie de micosis). Hay que mantener una óptima higiene de los pies, extremar los cuidados para no contagiarnos y usar plantillas que ayuden a protegernos de los hongos.
Mal olor de pies:
Está producido por una colonización de gérmenes. Para evitar esta afección se recomienda una adecuada limpieza de los pies, de los zapatos por dentro, no usar ni medias ni calcetines de fibras sintéticas y usar plantillas que controlen la proliferación de gérmenes.